“El que desconoce la
verdad es un ignorante;
pero el que la conoce y la
desmiente, es un criminal!”
Bertolt Brecht
Por Dr. Pedro Gonzáles Castro
y Dr. Rutilo Tomás Rea Becerra
La conquista española, no solo dio inicio a un proceso de colonización, también implico una re-culturización desde México hasta el extremo meridional de América del sur. El ataque se dio por dos frentes, por un lado: fuego y sangre fueron las consignas de los soldados españoles Por el otro: la religión impuso la fe, la moral y el miedo como armas eficaces para perpetuar el poder.
Desde la época feudal la religión se ha considerado como el aparato ideológico por excelencia de la estructura estatal de pensamiento conservador de varias instituciones, llámense católicas, cristianas o evangelistas. La participación de la iglesia en las coronaciones reales fue fundamental para la demostración de soberanía y ejercicio de poder. En nuestros días, su simbolismo se ha seguido explotado por parte de los grupos conservadores.
En América latina los golpes de Estado han sido arropados por grupos religiosos como factor de legitimidad. Durante la guerra fría, los golpes militares en Argentina, Chile y Uruguay se justificaron frente al asecho del comunismo. Esta el caso de Pinochet, quien después del golpe de Estado en Chile, acudió a un templo para agradecer a Dios por su mandato. Más tarde Vicente Fox, usó en su campaña el estandarte de la Virgen de Guadalupe y cuando fue reconocido presidente, lo primero que hizo fue a visitar un templo católico. Un caso más reciente fue el protagonizado por Jeanini Añez y la junta que arribó a la fuerza en Bolivia quienes juramentaron con una biblia en la mano.
Recordemos también, el caso de Paraguay, donde la Iglesia católica jugó un papel decisivo derrocando a Fernando Lugo en 2012. En Honduras el cardenal Óscar Rodríguez Maradiaga tuvo un peso particular en la caída del presidente Manuel Zelaya en 2009. Los pentecostales tuvieron un papel determinante en la caída de Dilma Roussef, el juicio contra Lula y en el arribo de personajes tan nefastos como Bolsonaro.
Grupos evangelistas han intervenido en la vida política de países latinoamericano donde combinan el fanatismo religioso, la ignorancia, el conservadurismo y la anti ciencia, junto con actitudes machistas, xenofóbicas, racistas, homofóbicas y hasta acciones violentas.
Aun con estos hechos, hemos de reconocer que históricamente ha existido un carácter dual en el pensamiento religioso. Pensar en una hegemonía del poder en donde la iglesia se expresa de manera monolítica, seria caer en un error de análisis ya que todo fenómeno lleva implícito sus contradicciones internas como fuente de desarrollo.
Si bien es cierto que en ocasiones la religión ha actuado en un rol de legitimación de las estructuras existente, también es cierto que, en otras, ha tenido un actuar crítico, de protesta y hasta revolucionario. Desde sus inicios, la incipiente cristiandad se erigía como “la religión de los pobres”, pero también de los desterrados, condenados, perseguidos y oprimidos. De hecho, los primeros cristianos provenían de los niveles más bajos de la sociedad, entre los que destacaban esclavos, hombres a los que se les habían negado sus derechos y campesinos pobres comprometidos con deudas crecientes.
Se llegó a comparar este pensamiento cristiano con las ideas del socialismo utópico, pero la diferencia estaba en que los primeros dejaban la libertad para después de esta vida, mientras que los socialistas ubicaban la liberación y emancipación para una actividad en este mundo. Engels, citando al historiador francés Renan señala: “Si quieres tener una idea de cómo fueron las primeras comunidades cristianas, mira la rama local de la Asociación Internacional de Trabajadores” (en Lówy, Michael. “¿Marxismo y religión: opio de los pueblos?” Curso: La teoría marxista hoy. Problemas y perspectiva. Décimo sexta clase. Clacso-Argentina).
En este orden de ideas encontramos que, en la década de los 60s, en plena “Guerra fría” aparece en Latinoamérica la “teología de la liberación”, como respuesta ante la extrema pobreza y subdesarrollo generado por el imperialismo. Su pretensión fue superar las causas estructurales de la injusticia social, a través de luchas emancipadoras basadas en una teoría social elaborada principalmente por científicos sociales de América Latina, en diálogo con las ciencias sociales críticas de orientación marxista.
La Teología de la Liberación propuso, desde la reflexión critica una nueva manera de hacer teología partiendo desde la tradición de la iglesia y la utilización de los mecanismos de conocimiento de la realidad las ciencias sociales. Desde luego que esto causo “incomodidades” ya que, por un lado, desafío la estructura central y jerarquizada de poder de la Iglesia católica, poniendo en entredicho su hegemonía. Y por otro, trastocó los intereses del imperialismo, de allí que la presencia de los pentecostales en Latinoamérica haya crecido en estos últimos años, promovidos económicamente desde Estado Unidos.
Finalmente, la llama está encendida y, en lo que respecta a México: “Entre todos vamos a sacar adelante a nuestro país y el propósito es que tengan mejores condiciones de vida y de trabajo los más necesitados. Esto es humano. Es justicia social y es también cristianismo”, AMLO.
Me parece que el cristianismo primitivo si que era un acto radical, sin embargo, desde Guadalajara puedo percibir el crecimiento de grupos evangélicos que avanzan en puestos de la vida pública y de toma de decisión política con sus intereses religiosos primero.
La separación Iglesia – Estado es alma central del modelo republicano al que no debemos renunciar.