<<Sentía entonces que el mundo estaba rodeado de impiedad;

que era un mundo sin abrigo, frío, donde los hombres

caminaban ciegos y brutales, furiosos en la lucha por

sí mismos, sin volver la vista atrás ni

a los lados, apretando los dientes.>>

José Revueltas

Los Muros de Agua

Por Aldo Francisco Zenteno Paz

La Pobreza es uno de esos términos que gran parte de la población recuerda en su rutina; a ella se le reconoce como una problemática grave que debe ser solucionada y recordada por la vida social, política, económica e incluso religiosa. Un hecho que se vive o se mira, al que no se le puede ser apático, pues en una sociedad que se autoproclama como liberal y democrática es importante eliminar todas las limitaciones que nos pueden llevar a dificultar nuestro desarrollo individual y comunitario. A nivel institucional se ha proclamado, como la aspiración más elevada del hombre, el advenimiento de un mundo en que los seres humanos, liberados del temor y de la miseria, disfruten de la libertad de palabra y de la libertad de creencias[1], le tenemos miedo a ser pobre y nos preocupa porque la pobreza involuntaria representa esclavitud, el impedimento de crearnos o recrearnos, pero no solo es una barrera en términos materiales (vivienda o alimento) sino que en términos ideológicos implica dejarnos a la deriva, la falta de educación y ocio representa el ni siquiera poder pensarnos, la alienación en su máxima expresión, y aunque esta se da también desde la riqueza al menos en esta tenemos una mayor posibilidad de elegir si adquirirla o no.

Las instituciones internacionales siguiendo este camino se han proclamado a favor de la libertad y en pro de un mundo más democrático, al mismo tiempo los gobiernos de cada país han buscado generar proyectos amoldados a sus contextos para adaptarse a estas agendas de combate a la pobreza. Retomando a Lawrence Kohlberg  podríamos decir que (al menos a nivel gubernamental y sus declaraciones) estamos en un mundo mucho más cercano a ser  Post- Convencional, es decir que mira las problemáticas como universales que a uno Convencional (que se limita a su comunidad) o a uno Pre-Convencional (que es individualista).

A partir de la constante discusión social de la problemática y las proclamaciones gubernamentales a nivel mundial podríamos deducir que se está avanzando de forma eficiente en contra de la pobreza, pero lamentablemente los datos nos comprueban que aunque ha disminuido la pobreza mundial aún casi la mitad de la población sigue viviendo con menos de 5,50 dólares al día[2] y en México según el  Consejo Nacional de Evaluación de la Política de Desarrollo Social (Coneval) el 41.9% de las personas viven en situación de pobreza.

Se hace necesario entonces replantearnos el combate a la pobreza, ya no únicamente desde una visión específica de cómo hacer políticas públicas funcionales sino sobre cómo pensar a la pobreza desde las instituciones y la población común, es aquí dónde llegamos a una pregunta clave: ¿Cómo pensamos a la pobreza? Si bien se acepta de forma más o menos generalizada que la pobreza involuntaria se debe combatir los lentes que se nos presentan para diseccionarla son variados. ¿Deberíamos ayudar a los pobres porque representan un riesgo para la sociedad?, ¿deberíamos ayudar a los pobres porque es un deber religioso? o ¿deberíamos ayudarlos porque más allá de cualquier beneficio espiritual o pragmático que esto nos presente tenemos la obligación de buscar la preservación y el desarrollo de la dignidad humana de los demás?

Hay que recordar que las visiones ideológicas (de cualquier origen que estas tengan: religiosas, culturales, de clase, políticas, etc.) dan respuestas distintas a aquellos problemas a los que nos enfrentamos de forma cotidiana, no serán iguales las soluciones y los valores que mueven a la acción a un católico que a un socialista o a un liberal, el problema es que muchas veces olvidamos este punto, ya que al ser “la pobreza” un término universalizado este se adapta a las visiones subjetivas de cada persona y así de forma inconsciente llegamos a creer que será el mismo objetivo el de mi vecino que el mío al momento de combatir este problema, cuando en realidad mi vecino podría estar combatiendo a la pobreza por aporofobia, mientras que yo la podría atacar porque considero que todas las personas deberían tener un piso mínimo de bienestar. Es decir que mientras mi vecino combate al pobre y luego a la pobreza, yo estaría combatiendo a la pobreza porque, pienso, que es lo que genera al pobre y su sufrimiento, esta ambigüedad sucede cuando al lenguaje se le despoja de su especialización, es decir que se vuelve parte del lenguaje común, en palabras de Sartori “El hombre comunica con la misma naturalidad con que respira; y ninguno de nosotros presta atención al hecho de que respira (hasta que no está amenazado de asfixia). De esto se desprende que este (el lenguaje común) es un lenguaje falto de consciencia de sí mismo.” 

Considero de suma relevancia entonces recordar a las ideologías dentro del combate a la pobreza y más en países que se autoproclamen como democráticos, pues de esta forma podemos ver si nuestros representantes políticos piensan a la pobreza desde la verticalidad o la horizontalidad, si consideran al pobre como un igual, que está en problemas por x condición (esta “x” dependerá de la visión ideológica que se tenga, podría ser la explotación laboral, la delincuencia organizada, las empresas extranjeras, la falta de apertura al mercado etc.) o como a un ciudadano de segunda que infantilizamos y ayudamos por lástima y no por justicia. A esto le debemos sumar que la democracia se alimenta de problemáticas en la sociedad (si no hubiera problemas sociales, no habría nada que gestionar), es decir que también depende de la pobreza el número de personas dispuestas a votar en busca de un cambio que los beneficie, por ende hay que estar atentos a evitar  el asistencialismo y el mantenimiento de la miseria que es utilizado por las élites para tener siempre grupos demandantes que estén dispuestos a dar su voto por un plato de comida, pues cuando hagan campaña, para ellos (los pobres) podría ser su única oportunidad para beneficiarse de la clase política.[3]

Si no se piensa ideológicamente a los problemas actuales, nos enfrentaríamos ante un gran riesgo; confundir nuestros objetivos con aquellos grupos que pueden generar injusticias mediante nuestro apoyo, debemos pensar desde cualquier trinchera de la que formemos parte cuáles son nuestros fines y qué cúmulo de valores e ideas nos hacen actuar.

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[1]  Según la investigación Dinero Bajo la Mesa financiamiento y gasto ilegal de las campañas políticas de México, 2018.

[1] Declaración Universal de los Derechos Humanos.

[2] Banco Mundial, 2018.

 

 

Por Rperfiles

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