EL PODER Y SUS CORREAS DE TRANSMISIÓN

“…criticar sin contemplaciones todo lo que existe;
sin contemplaciones en el sentido de que la crítica
no se asuste ni de sus consecuencias ni de entrar
en conflicto con los poderes establecidos…”.
Marx
Por. Dr. Pedro Gonzáles Castro
y Dr. Rutilo Tomás Rea Becerra
El día que AMLO asumió formalmente el poder, en su primer discurso como presidente electo, reiteró los cien puntos de su plan de gobierno. Todos ellos con incidencia en los ámbitos educativo, económico, social, laboral y, desde luego, político; en términos de cambios estructurales, una tarea colosal que implica gran cantidad de recursos en movimiento.
Muchos cambios por hacer en poco tiempo, pero indudablemente que la mera intención no implica, por si misma, la materialización de dichas propuestas, sobre todo cuando estas no dependen de un decreto, sino de la participación voluntaria y consiente de los actores involucrados. Y entre los actores se encuentra desde luego aquellos que no comparten, ya sea por interés personal o de grupo, el compromiso para mejorar las condiciones de vida de la población.
Es por todos sabido que el sombrío panorama que vive México, es resultado de un problema estructural con una historia añeja en la que se entreteje el hambre, la miseria, la corrupción, el robo, el racismo y la negación de nuestra cultura. Grupos de poder, durante décadas, han creado su riqueza a costa de la sangre del pueblo, al que han vejado, despolitizado y hecho creer que así es y será siempre; esto último, un terreno al que han apostado tanto los grupos ultraderechistas, como religiosos.
“El arte es largo y la vida breve”, reza el aforismo hipocrático y, en efecto, las tareas son muchas. Entre ellas, se encuentra la consolidación de MORENA, el darle sentido proyecto de nación y, una muy importante, la participación de las bases en el proyecto de gobierno.
No hay que olvidar que mientras “la derecha se junta por intereses, la izquierda se divide por las ideas”. Esto ha permitido que los problemas sigan acentuándose y aunque se ha actuado con inmediatez ante las exigencias coyunturales, la inexperiencia, el “vedetismo” y la falta de una estrategia han lastrado el proyecto de revolución de conciencias. Corremos el peligro de encauzarnos hacia una política cosmética, carente de raíz y sin fundamentos para su sustentabilidad.
La oposición se encuentra más activa que nunca y recurre a todo lo disponible para golpear y desgastar al actual gobierno. Independientemente del adjetivo que se le ponga, estamos ante una guerra y ante una falta de una estrategia y una táctica, corremos el peligro de hacerle el juego a la derecha.
Es de reconocer que aunque el capital político de AMLO es amplio, éste se encuentra limitado en tanto no participen las masas. Si bien es cierto que individuo y masa se relacionan en una estrecha unidad dialéctica, también lo es el que cualquier error en la política será directamente proporcional a una disminución en el entusiasmo del colectivo y, desde luego, será ampliamente capitalizado por los grupos neoliberales.
Por ello, consideramos necesario tener en cuenta que el proyecto de la 4T, desde sus entrañas, tiene que competir muy duramente con el pasado ya que no solo en la conciencia individual, sino también en la colectiva pesan los residuos de una educación sistemáticamente orientada al aislamiento del sujeto, situación que implica un obligado cambio de paradigma en base a una necesidad real y no ideal.
Es necesario reconocer que algunas iniciativas generadas en los estratos superiores del gobierno se generan casi de manera intuitiva, por lo que los mecanismos por si mismos no aseguran una sucesión de medidas sensatas en tanto no exista una conexión estructurada con las masas.
Como lo hemos expuesto en otras ocasiones, es necesario que las estructuras de gobierno den cabida a formas de participación horizontal, donde los diversos sectores sociales se incluyan en la toma de decisiones; en donde se fomente la cooperación y la pertenecía a estructuras colectivas de decisión; en donde se promueva a las asambleas y a la unidad de principios, pero sobre todo, unidad de acciones.
Así también, se debe crear condiciones para generar un proceso de concienciación colectiva a la par de una formación política, en donde la inclusión sea la base para su construcción. Esto es una guerra y lo único que no se vale es quedarse quietos, por ello es necesario “dialectizar” la subjetividad desde la objetividad, utilizar todos los recursos disponibles, pero con una estrategia definida que implique, desde su construcción, una optimización de recursos.
Por último, tengamos presente que el conocimiento es una construcción colectiva y, por lo tanto, dialéctica, lo que obliga a que siempre deberemos ser críticos, cuestionar lo que se consideran verdades y así reconstruiremos nuestros aprendizajes; educar es politizar.