«La humanidad se ha convertido ahora en espectáculo de sí misma.

Su autoalienación ha alcanzado un grado que le permite vivir su propia

destrucción como un goce estético de primer orden».     

Walter Benjamin

Por Rutilo Tomás Rea Becerra y

Pedro Gonzales Castro

Ha quedado en evidencia que los seres humanos somos alimentados fuertemente por la vanidad, la egolatría y el ego. Nos interesa más “tener la razón” que descubrir la verdad, o al menos describir la realidad de la manera más objetiva posible. Adquirimos una enorme facilidad para cuestionarlo todo, criticar hasta lo más elemental, pero muy pocas veces nos comprometemos, o casi nunca llevamos a la práctica lo que pregonamos.

Nos resulta fácil y sencillo quedarnos en un plano de autocrítica individual, ser mejor persona o ciudadano, no caer en tentaciones de la corrupción, no robar, no mentir, no traicionar, etcétera. Sin duda alguna, estas características de la moral y la ética humana sirven, ayudan y pudiéramos decir, es el inicio de la construcción de una mejor humanidad. Sin embargo, consideramos que no son suficientes para una transformación profunda de la sociedad, de sus estructuras y de las interrelaciones de los seres humanos.

Si leemos, podemos saber más. Pero si ese conocimiento no lo confronto con los demás, ni dialogo, ni intercambio ideas y experiencias, puede que aumente mi egolatría y mi vanidad. Muy seguramente, no podré construir, ni transformar más de lo que mi ego permita. Por ello, resulta imperante que lo aprendido se ponga en confrontación con lo que piensan los demás y, en la medida de lo posible, con mi entorno, mi realidad, el lugar de trabajo, el barrio, la escuela, la colonia, en resumen, con el territorio en el que habito.

Es necesario trascender el solipsismo. Los fanatismos, sean de derecha, de izquierda o religiosos, entorpecen las posibilidades de diálogo y, sobre todo, de análisis objetivo. Nos alejan de la construcción colectiva, y permite que otros (comentócratas, opinadores, “intelectuales orgánicos”, líderes morales o de opinión) piensen, recomienden y hasta actúen por mí. Es necesario aprender a pensar y actuar por uno mismo.

Las elecciones electorales recientes nos dejaron vivos ejemplos de que muchas veces actuamos como meros instrumentos de repetición o bien receptáculos de las noticias que los “mass media” transmiten, sin importar si son verdad o sirven a intereses de cúpulas o de elites. Fuimos testigos de situaciones en las que miembros de un mismo grupo se ofendían, se insultaban y hasta rompían con viejas amistades. Familias que se enfrentaban, que no podían estar en el mismo sitio por sus diferencias políticas o ideológicas.

¿A quién le conviene esta situación? Es claro, a quien no cree en la unidad, en el compromiso, en el intercambio de ideas; a quien le interesa mantener la desunión, la división, el encono y la falta de solidaridad solo para seguir manteniendo su poder. Es sabido que no hay ciudadano o ser humano más peligroso para cualquier tipo de gobierno, que el que sabe pensar por sí mismo. El que no repite solo lo que lee o lo que escucha, sino aquel que entabla un diálogo permanente con lo que aprende, y a la vez lo contrasta con su realidad o su entorno. El que mantiene su humildad y modestia para seguir aprendiendo, inclusive de sus adversarios políticos o ideológicos y respeta la manera de pensar del otro.

Muchas veces se acusa al partidario de izquierda de ser un personaje adoctrinador, o adoctrinado, que impone o establece su criterio sin tomar en cuenta la opinión de los demás. Sin embargo, sabemos que históricamente el constructo “de izquierda” se ha manipulado, distorsionado, enjuiciado de manera parcial, simplista y engañosa y que, generalmente, quienes utilizan este término de forma trivial suelen ser el intelectual funcional o el analfabeto político.

Es indudable que existen muchos autores que imponen una pléyade de condiciones para definir qué es la izquierda, sin embargo, quienes buscamos un mundo mejor, o al menos distinto para la gran mayoría de los habitantes del planeta; quienes queremos una naturaleza que sirva no para el negocio sino para la sobrevivencia, los que creemos en el respeto, armonía, tolerancia y solidaridad; para quienes creemos, como Martí, que “la mejor manera de decir es hacer”.

No nos sentimos dueños de la verdad absoluta y confiamos plenamente que esa utopía, de que algún día, “…mucho más temprano que tarde, de nuevo abrirán las grandes alamedas por donde pase el hombre libre para construir una sociedad mejor”.

Por Rperfiles

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Un comentario sobre «Lo importante es tener la razón…»
  1. Hoy en día con tantos grupos que se sienten minoria por conveniencia, creen tener la verdad absoluta en esta Sociedad.
    Pero como se dice… La verdad nos hara libres, pero si el punto es que nadie tiene la verdad… entonxes seguiremos siendo esclavos de esta misma Sociedad o Sistema.

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