diciembre 10, 2024
CHARROS

Por Sergio Mejía Cano

A finales de 2015 se llevó a cabo un evento auspiciado por el Instituto Municipal de Arte y Cultura de Tepic, en donde se dio la presentación del libro “Leyendas Populares” del autor Oscar Melín, que relata las leyendas urbanas que corrían de boca en boca desde finales del siglo XIX y principios de la primera tercia del siglo XX, pero que hoy en día aún mucha gente recuerda.

En este libro resaltan las leyendas de El Catrín, que relata sobre la aparición de un hombre muy elegante en las inmediaciones de La Alameda, así como la de El Charro Ponciano, que habla sobre un jinete justiciero que atacaba a los ladrones y rateros que tenían azorados a los habitantes de la entonces pequeña capital nayarita, también está el cuento de Los Cantos de Jauja, que versa respecto a tres hermanos huicholes que forman un mariachi alentados por su papá, pero que éste fallece antes de ver que sus hijos ya tocaban muy bien. Y cada vez que tocaban El Son de la Negra, se transportaban al pasado estando en la fábrica de Jauja y miraban a su papá y mamá jóvenes trabajando en dicha fábrica de hilados. Trae este libro el relato “De charros, mariachis y catrines”, situado ya en la época actual en donde unos jóvenes hacen referencia a las anteriores leyendas; y culmina este libro con la historia ficticia de una mujer cincuentona muy morena a la que apodaban “la carboncito”; aquí, si bien la historia es ficticia, está basada en personajes reales que alguna vez fueron notorios por su caminar en las calles del centro de la ciudad.

Sin embargo, la leyenda que más podría resaltar de acuerdo al punto de vista con que se le quiera ligar, es la de El Charro Ponciano, debido a que podría haber cierta similitud con el oscuro personaje del entonces fiscal de Nayarit Edgar Veytia, ya que varias personas que han leído esta leyenda de inmediato la relacionan con lo que pasaba en Tepic y gran parte del estado de Nayarit en los tiempos en que el señor Veytia tenía a su cargo a la tristemente célebre “Policía Nayarit”; y esto debido a la infinidad de tropelías y abusos de autoridad que en su momento se ligaba de inmediato a varios de los elementos que componían a la Policía Nayarit, a quienes a muchos de ellos jamás se les vio el rostro por andar siempre encapuchados, así que era muy difícil de identificar para en caso de interponer algún tipo de denuncia por abuso de autoridad, y más, porque si alguien llegaba a poner su queja en contra de esta policía, muchas de las veces se le insinuaba que mejor retirara la demanda si no quería problemas.

Y todo esto porque en la leyenda de El Charro Ponciano se da a entender que el jefe de los rurales mandaba a sus elementos por las noches a cometer todo tipo de asaltos y robos, sobre todo a las fábricas de Jauja y la de Bellavista. Y es El Charro Ponciano quien cada vez que interviene pone en su lugar a los asaltantes defendiendo a la población que vivía asustada porque en cuanto caía la noche era presa de la inseguridad y más cuando veían pasar a los rurales rumbo al norte de la capital nayarita, porque después de que pasaban los rurales era cuando comenzaban los asaltos y robos en los caminos aledaños a Tepic. Y además, porque el jefe de rurales presumía de tener varias propiedades, ganado y negocios y, si mucha gente pensaba que le pagaba bien el gobierno, también había otras personas que creía que andaba en cosas raras; además de que este jefe de los rurales presumía y fanfarroneaba que nadie en este rancho tenía más dinero que él.

Pero el Charro Ponciano descubre que aparte de ser jefe de los rurales, también comandaba al grupo de ladrones, rateros y asaltantes que asolaban a los tepiqueños de aquellos años de la primera mitad del siglo XX. Por lo que el Charro Ponciano, que resulta ser mujer, topa al jefe de rurales en el puente del camino viejo a Puga, y al preguntarle al rural a qué salen sus elementos todas las noches rumbo a la fábrica textil de Bellavista, el jefe de rurales sabe que lo ha descubierto, por lo que todo termina en un duelo a balazos, en donde ambos personajes pierden la vida, nomás que la mujer que era el Charro Ponciano cae con dos balazos de máuser a las entonces cristalinas aguas del río Mololoa y jamás fue hallada, no así el del jefe de rurales que queda en las márgenes del río con un balazo en el corazón.

Y si bien con Veytia no hubo un Charro Ponciano que lo ajusticiara, al parecer fue la justicia divina la que se encargó de ponerlo en su lugar, pues ahora ya por fin está preso.

Sea pues. Vale.

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