“La violencia es el miedo a
los ideales de los demás”
Mahatma Gandhi
Por Dr. Pedro Gonzáles Castro
y Dr. Rutilo Tomás Rea Becerra
Aunque las agresiones hacia el personal de salud no es un tema nuevo, éste ha tomado relevancia en las últimas fechas. En nuestro país, se ha dado una serie de agresiones contra el personal de enfermería, por ello la jefa de la División de Programas de esta profesión del IMSS, hizo un llamado a parar la violencia contra el personal de salud que lucha contra el Covid-19.
Ya en el 2002, la OMS se ocupaba de la violencia laboral como un problema de salud publica y definía la violencia en el trabajo como “aquellos incidentes en los que la persona es objeto de malos tratos, amenazas o ataques en circunstancias relacionadas con su trabajo, incluyendo el trayecto entre el domicilio y el trabajo, con la implicación de que se amenace explicita o implícitamente su seguridad, bienestar o salud”[1].
Así mismo, establecía que «la violencia en el lugar de trabajo, no es un problema individual ni aislado, es un problema estructural y estratégico que tiene sus raíces en factores sociales, económicos, organizativos y culturales» por lo que debe recibir un tratamiento integral[2]. Destaca además, que la violencia en el sector sanitario es un fenómeno universal que depende de las singularidades idiosincrásicas o legislativas de cada país y que afecta por igual a los países más desarrollados y a los más pobres.
Según Jean-Marie Domenach (1980), lo que nosotros conocemos hoy como violencia, es aprehendido bajo tres aspectos: a) el aspecto psicológico: definido como una explosión de fuerza que toma un aspecto irracional y con frecuencia criminal; b) el aspecto moral: como un atentado a los bienes y la libertad del otro, y c) el aspecto político: como el uso de la fuerza para apoderarse del poder o para desviarlo a fines ilícitos.
Como aspecto psicológico, la manifestación de agresividad en una persona es reflejo de la frustración o una interpretación de posibles consecuencias. En este sentido, algunos los sujetos al sentirse amenazados por la posibilidad de ser presas de la pandemia, tienden a mantenerse lejos de todo lo que directa o simbólicamente les recuerde su fragilidad tornándose agresivos; guardan distancia ante la posibilidad del riesgo.
El distanciamiento al riesgo de contraer el virus, mediante la representación de la enfermedad como mortal, es un proceso en el que no se encuentran al margen los medios de comunicación como transmisores de ideas mediáticas. Por ello, es importante tener en cuenta el poder de las representaciones no lingüísticas que utilizan los medios, conocen perfectamente como transformar un concepto abstracto en imágenes muy útiles para manipular las reacciones de los sujetos.
Tengamos en cuenta que las representaciones sociales no son características pasivas sino parte de un proceso dialectico entre personas y el mundo social. Así entonces, para más de alguno la historia personal puede concluir antes que la vida física; el sufrimiento y la desorientación que produce una enfermedad puede provocar un sentimiento de “vacio”.
En cuanto al aspecto moral de la violencia, un estado de indefensión crea un ambiente propicio para atentar contra la libertad del otro y, en este sentido, la internalización del discurso dominante puede considerarse parte del poder disciplinario por el cual se acepta normas o imposiciones basadas en el supuesto bien común. Por ello, el énfasis de los medios de comunicación alrededor de Covid-19 es tan poderoso que tiende a silenciar los otros discursos relacionados con la falta de empleo, la violencia intrafamiliar, la salud emocional, los feminicidios, medio ambiente, las megafosas, etc.
Sobre el aspecto político de la violencia, es necesario analizar el contenido de las campañas mediáticas pues no desperdician tiempo para demeritar el trabajo de la autoridad federal. Dado su impacto, no percibimos a simple vista los alcances de las actitudes oportunistas de algunos gobernadores y empresarios que, en lugar de sumar esfuerzos, aprovechan para ir posicionándose en víspera de las próximas elecciones. Pareciera que nos enfrentamos a una concepción weberiana de Estado.
El trabajo es arduo y, por tanto, las acciones deben ser estratégicas. Por ello, es necesario promover campañas cuyo objetivo sea el apoyo y reconocimiento social a la labor del personal de salud. También, es imperante operativizar actividades con impacto en la prevención de enfermedades crónico-degenerativas. Así como también, fortalecer el empoderamiento político de la población, combinando las estructuras de gobierno con formas de democracia horizontal, fomentando de la cooperación y la pertenecía a estructuras colectivas de decisión. Pero, sobre todo, la unidad de acciones.
[1] OMS. Informe sobre la violencia y la salud. Sinopsis. 2002. Recuperado de: https://apps.who.int/iris/bitstream/handle/10665/67411/a77102_spa.pdf;jsessionid=7AB4BF71C1CF192BCB76B6F61826D209?sequence=1
[2] OIT, OMS, CIE, ISP: Directrices Marco para afrontar la violencia laboral en el sector de la salud. Ginebra 2002. Recuperado de: https://www.who.int/violence_injury_prevention/violence/workplace/es/