diciembre 6, 2025

La privatización del sufrimiento y la industria farmacéutica

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PHARMA

“Los venenos y las medicinas

suelen ser la misma sustancia

administrada con diferentes intenciones”.

Peter Mere Latham, médico y educador inglés del siglo XIX.

Por Pedro Gonzales Castro
Rutilo Tomas Rea Becerra

El dominio del paradigma biomédico
En la sociedad contemporánea, el malestar psicológico, que abarca desde el estrés cotidiano hasta condiciones debilitantes como la depresión y la ansiedad, se ha convertido en una preocupación creciente. Sin embargo, la forma en que se diagnostica comprende y trata este sufrimiento, ha sido cada vez más dominada por un enfoque individualista y biomédico, impulsado en gran medida por la industria farmacéutica. Este ensayo argumentará que esta tendencia representa una privatización del sufrimiento, donde problemas con profundas raíces sociales y materiales son reducidos a disfunciones cerebrales individuales, desviando la atención de las causas estructurales y perpetuando la alienación.

Reduccionismo y desconexiones humanas
Históricamente, el malestar existencial y las aflicciones del espíritu han sido interpretadas a través de lentes filosóficos, religiosos, comunitarios o socioeconómicos. No obstante, en las últimas décadas, el paradigma biomédico, impulsado por el marketing agresivo y la investigación financiada por la industria farmacéutica, ha impuesto una narrativa dominante: el sufrimiento mental es, primordialmente, el resultado de desequilibrios químicos en el cerebro. Este modelo no solo ha medicalizado la tristeza, la frustración o la angustia normal, sino que ha postulado que la solución principal reside en la intervención farmacológica (Moncrieff, 2009).

La privatización del malestar
El problema inherente a esta aproximación es su reduccionismo. Al centrarse en la actividad neuronal y los neurotransmisores, se tiende a ignorar o minimizar las complejas interacciones entre el individuo y su entorno. Johann Hari (2018), en «Lost Connections», argumenta de manera contundente que la depresión, por ejemplo, no se explica principalmente por un desequilibrio químico, sino por una serie de desconexiones: con el trabajo significativo, con la comunidad, con valores auténticos y con un futuro esperanzador. Estas desconexiones, a su vez, son a menudo producto de las condiciones del capitalismo tardío, caracterizadas por la precarización laboral (Sennett, 2000), la «vida líquida» (Bauman, 2000) y la presión constante por el rendimiento (Han, 2010).

Capitalización del sufrimiento por la industria farmacéutica
Cuando el malestar es diagnosticado como una enfermedad cerebral individual, el sufrimiento se privatiza. La angustia generada por un trabajo alienante, por la soledad en una sociedad fragmentada o por la incertidumbre económica, se convierte en un «problema personal» que el individuo debe resolver con la ayuda de un fármaco o una terapia individual. Esto desvía la atención de las causas materiales e históricas del sufrimiento, disolviendo la posibilidad de una conciencia crítica y una acción colectiva que busquen transformar las condiciones sociales subyacentes. Paulo Freire (2005) nos enseñó que la concientización es el primer paso para la liberación: comprender las raíces estructurales de la opresión es fundamental para trascender una visión ingenua e individualista de los problemas.

El sentido humano frente al enfoque químico
La industria farmacéutica, al promover incansablemente el modelo biomédico, no solo capitaliza el sufrimiento, sino que también contribuye a la despolitización del malestar. Si el problema es solo químico, entonces la solución es individual y técnica, y no hay necesidad de cuestionar el sistema. Las emociones se convierten en objetos de «gestión» (Marín Caballero, 2016) o de «permiso para sentir» (Brackett, 2019), pero siempre dentro de un marco que prioriza la adaptación del individuo al sistema, en lugar de la transformación del sistema para el bienestar humano. El cerebro, en este escenario, se convierte en un campo de batalla ideológico, donde las contradicciones sociales se reescriben como disfunciones neuronales que solo los productos de la industria pueden «corregir».

Hacia una desprivatización del sufrimiento
Esto contrasta drásticamente con visiones que enfatizan la búsqueda de sentido como eje central del bienestar. Viktor Frankl (1945), desde su experiencia en los campos de concentración, demostró que la voluntad de sentido es la fuerza motivadora primaria, una fuerza que trasciende las meras reacciones biológicas. La industria farmacéutica, al reducir el sufrimiento a un desequilibrio cerebral, corre el riesgo de vaciar de contenido la búsqueda de sentido, al ofrecer una solución que, si bien puede aliviar síntomas, no aborda la necesidad existencial de propósito.

En conclusión, la hegemonía de la industria farmacéutica en la comprensión y el tratamiento del sufrimiento psicológico ha generado una peligrosa privatización del malestar. Al reducir las complejas experiencias humanas y sus raíces socioeconómicas a meros desequilibrios químicos, se desvía la atención de las causas estructurales y se frena la posibilidad de una praxis transformadora. Una perspectiva crítica, arraigada en el materialismo dialéctico e histórico, nos invita a mirar más allá del cerebro individual y las soluciones farmacológicas. Hay que reconocer que el sufrimiento es tanto un producto social como una experiencia personal, es el primer paso para desprivatizarlo y buscar soluciones colectivas que aborden las condiciones materiales que lo generan, permitiendo una verdadera emancipación y un bienestar humano que no se agota en una receta médica.

🎙️ COMENTARIO EDITORIAL

 

 

Referencias

  • Immordino-Yang, M. H. (2015). Emotions, Learning, and the Brain: Exploring the Educational Implications of Affective Neuroscience. W. W. Norton & Company.
  • Marín Caballero, J. L. (2016). El arte de gestionar las emociones en el trabajo. Editorial CCS.
  • Moncrieff, J. (2009). The Myth of the Chemical Cure: A Critique of Psychiatric Drug Treatment. Palgrave Macmillan.
  • Sennett, R. (2000). La corrosión del carácter: Las consecuencias personales del trabajo en el nuevo capitalismo. Anagrama.
  • Etiquetas
  • Industria farmacéutica; Salud mental; Privatización del sufrimiento; Opinión; Capitalismo; Psicología crítica
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  • Meta descripción
  • Columna de opinión que analiza cómo la industria farmacéutica ha impulsado un modelo biomédico que privatiza el sufrimiento y desplaza las causas sociales del malestar psicológico.

 

Este texto es una columna de opinión. Las ideas, interpretaciones y conclusiones aquí expresadas pertenecen exclusivamente a su autor(a) y no representan necesariamente la postura editorial de Tu Revista Perfiles.

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