abril 28, 2024

“Dejemos que los partidos de enfrente tengan,

en esta campaña, el monopolio

de toda la suciedad”

Steven Grover Cleveland

Por Dr. Rutilo Tomás Rea Becerra y

Dr. Pedro Gonzáles Castro

Manipular las emociones de los seres humanos hacia la desesperanza, el odio, el rencor, el encono y la contradicción permanente es una de las estrategias mediáticas de los grupos económicos y políticos que, deseando conservar su poder, recurren a los sentimientos de nobleza, humildad y sencillez de millones de individuos. Sin duda ello les cuesta mucho dinero a los empresarios, pero lo tienen y lamentablemente se dan ese lujo.

Desde luego que los dueños del capital no actúan solos. En este proceso mediático no pueden faltar los aliados históricos: la religión, políticos amantes del dinero, los medios de información y los aparatos jurídicos del Estado. De ello hemos sido testigos en el reciente proceso electoral en donde fue por demás evidente la actuación de ciertos “apoderados” que convocaron a una alianza estratégica de los principales partidos de oposición (PRI-PAN-PRD) para enfrentar a MORENA, evento al que, sin la mayor dilación se sumó la iglesia católica, algunos “comentóctatas” y “opinadores” de diversos medios de (des)información y, desde luego, el “árbitro” electoral: el INE.

Sin una propuesta alternativa al régimen actual y, al igual que en la “guerra cristera”, solo bajo la consigna de ataque frontal a Morena, al ejecutivo federal y a su gabinete, la oposición emprendió una verdadera guerra mediática en la que se magnificaba el más mínimo error y se minimizaba los logros del actual gobierno (becas a los jóvenes y adultos mayores, las obras del tren maya, el aeropuerto Felipe Ángeles, las refinerías de Dos Bocas, etc.). Esto, desde luego tuvo sus efectos en ciertos sectores de la población, véase el caso de MC que refrendó en Jalisco y ganaron Nuevo León

Retozando plácidamente en su esquizofrenia, la oligarquía imbécilmente muestra una burda mueca de gozo a la vez que vocifera fantasiosamente: “¡No logró Morena la mayoría calificada!”. “En la ciudad de México les quitamos la mitad de las alcaldías”, “En la próxima elección los derrotaremos”.

Cada loco por su tema, como dijera mi compadre. ¿Qué pasará cuando se enteren los regios que votaron por un payaso del espectáculo circense electoral? ¿Qué pasará cuando se enteren de que no le interesa la vida de los ciudadanos sino su imagen personal como la del gobernador del “Reino agavero”?

Que MORENA haya obtenido el triunfo en 10 gubernaturas y una más junto al PT (de 15 que estaban en juego) o que haya conseguido mayoría simple en el Congreso de la Unión (el triunfo de 19 congresos estatales con mayoría y varias alcaldías en el país), no se puede leer como una derrota, máxime si ponemos en la mesa de debate que fue un triunfo en contra de una “guerra sucia” permanente. No solo se enfrentó a un partido político. Fue un desafío contra los partidos más “fuertes” de la oposición al que se sumaron los “mass media” bajo la consigna de penetrar en el imaginario colectivo.

A ello sumemos los millones de pesos que los patrones, “promotores de la derrota”, brindaron a las granjas de bots, a los “comentócratas”, “opinadores” e intelectuales orgánicos para mantener una narrativa de odio y descalificación hacia una supuesta “tiranía-dictadura” del actual gobierno, narrativa que también fue impulsada por la iglesia católica y hasta por el Instituto Nacional Electoral. Pero qué creen, aun con ello el sueño opositor del “triunfo aplastante” fue solo eso, un sueño. Para su empacho, el proyecto de nación que impulsa el actual gobierno continúa.

Desde luego que falta mucho por hacer y no nos dormiremos en laureles. Sabemos perfectamente que hay que realizar una titánica tarea de formación política, de ampliación de los espacios de participación para las bases, bajo una democracia participativa que rompa con la verticalidad de las decisiones de élite, que destruya los cacicazgos y poderes fácticos que aun predominan al interior de Morena.

Es necesaria la autocrítica permanente, acabar con las decisiones cupulares y centralistas que se siente portadoras de la verdad absoluta o de la única verdad. Debemos fomentar la participación de los ciudadanos de a pie y que dicha participación sea tomada en cuenta, para que tenga igual valor la opinión del trabajador, del estudiante, de la ama de casa y de los sectores que se han mantenido al servicio de un proyecto de nación y no de proyecto individual; de esas personas que piensa, cree y mantiene su fe en una democracia no se reduce a la lucha electoral, sino que es una forma de vida en el trabajo, el sindicato, el barrio, la colonia, el municipio, el estado y el país.

Seguramente a los nuevamente derrotados moralmente y a “los naranjas” no les importan estos cambios pues a ellos solo les interesa el poder del dinero, la ambición personal, el protagonismo y el oportunismo político. Ellos tienen mucho dinero, que emanan de sus empresas y que en ocasiones no pagan impuestos, otro tanto proviene de los impuestos que tú y yo, amable lector, pagamos y después nos los regresan con tinacos, despensas o alguna otra dádiva.

Nosotros, los de a pie, sabemos de sobra que contamos con el poder de nuestras ideas, propuestas y voluntades. Al igual que la épica guerra de David contra Goliat, en estos comicios se ha demostrado con creces que es mucha la fuerza de voluntad y amplio el nivel de participación, seguiremos adelante el proceso de transformación. Estamos listos para el 2024 y no hay vuelta para atrás. ¡Esto es una transformación y vamos con todo!

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