abril 28, 2024

“El odio ha causado muchos problemas

en el mundo, pero no ha ayudado

a solucionar ninguno”

Maya Angelou

Por Dr. Rutilo Tomas Rea Becerra y

Dr. Pedro Gonzales Castro

En la sociedad actual, donde predomina el miedo a la muerte (pánico exacerbado ante un virus existente, pero sin información clara y veraz), donde la violencia se ha normalizado (juego del calamar), donde la vigilancia digital y biopólítica (forma disciplinaria del capitalismo); donde lo biológico, lo somático y lo corporal perduran en estado de vigilancia continua debido a la producción de intangibles como las informaciones y programas digitales, allí la psique se vuelve central como fuerza productiva por encima del cuerpo y la destreza física.

Cual relatos Kaiki, el poder del régimen actual adopta una forma sutil. No se apodera directamente del individuo. Ya no es el control directo de la mano de obra. Por el contrario, se ocupa de que el individuo actúe de tal modo que reproduzca por sí mismo el entramado de dominación que es interpretado por él como “libertad”. La propia optimización y el sometimiento, la “libertad” y la explotación coinciden aquí plenamente, y se genera una forma que Byung Chul Han ha denominado autoexplotación. Las emociones, las angustias, la incertidumbre y el miedo son fuente de manipulación constante, se convierten en el germen principal de la lucha por el poder.

La actual estrategia de neoliberalismo es fomentar el odio hacia el adversario, se desarrolla de forma articulada a una “propuesta política” que, en muchas ocasiones, carece de argumentos sólidos para lograr la adhesión de los simpatizantes y consigue posesionarse en el cerebro de millones de ciudadanos. La injuria, el desprestigio, la mentira, el engaño son parte del espectáculo mediático de la guerra política, táctica mercadotécnica y estrategia del poder. Nada que sea positivo cuenta, ningún logro debe sumarse a favor del análisis del enemigo. Todo vale mientras sea en descredito y en perjuicio de quien nos ha quitado los espacios de poder.

Si los que opinan e “informan” no se sienten suficientemente “motivado$”, a semejanza del publicista tapatío “Polidor”, a los cuatro vientos hablan como merolicos lo que antes callaron o alabaron y aun así se dicen amordazados. La libertad de expresión que ha costado la vida de cientos de periodistas estos “opinologos” la han prostituido; ahora se mide en valor monetario.

Dueños de un descaro que da miedo, los intelectuales orgánicos buscan datos “hasta por debajo de la tierra” para demostrar “científicamente” las equivocaciones de quienes ahora gobiernan. Al igual, los empresarios hablan de retrocesos cuando anteriormente tenían hundidos en la pobreza y la miseria con bajísimos salarios a sus trabajadores o los mantenían postrados en una precariedad laboral que les permitía reducir el costo de la mano de obra (y que decir de la evasión de impuestos que “legalmente” les permitía la clase política, lograban que sus ganancias no se redujeran).

Desde luego que no justificamos todo lo que ahora hace el gobierno actual, pues considerar que ahora todo es positivo y no se cometen errores es como mirar la realidad con los mismos anteojos, solo que desde otro extremo. Pero ser mordaz no transforma absolutamente nada, solo alimenta el ego de los “conocedores” para que reciban “condecoraciones y aplausos” de vanidad y egolatría.

Los cambios reales, los estructurales, a final de cuentas emanan del ciudadano de a pie, del trabajador del campo y la ciudad que adquiere conciencia de su situación, del estudiante comprometido con quien paga su educación, del médico que realmente ayuda a la salud de sus pacientes, del abogado y el juez que emite un fallo justo, del empresario que hace suyo el compromiso con sus trabajadores por una vida más digna y un salario más justo. Creer lo contrario solo justifica el sometimiento, el colonialismo cultural e ideológico, la impunidad y la corrupción.

Hace falta mucho, pero más faltaba cuando empezamos. Estamos ciertos de que los cambios no se derivan de los discursos bien intencionados o con artículos “científicos” que fomenten el odio y el rencor, la mentira y la posverdad; no se logran con la injuria, la burla, la ofensa o el insulto. Está demostrado que el odio no transforma la realidad para el bien de las grandes mayorías, o para el desarrollo de una sociedad más justa, democrática y participativa, sino que fomenta el camino hacia sociedades más autoritarias, totalitarias o fascistas.

Los cambios solo serán posibles mediante la participación política de “los de a pie”, mediante la reintegración del tejido social. No basta que hoy se tenga un gobierno o un presidente que se autonombre diferente o distinto, pues las oligarquías, los poderes facticos (empresarial, religioso, cultural, informativo e intereses extranjeros) jamás se han cruzado de brazos. Quien ha perdido una elección, busca a toda costa recuperar sus intereses y beneficios. Creer que la “oposición está moralmente derrotada” para siempre es un error táctico y sería un suicidio colectivo para el gobierno de la 4ª T.

Otra labor pendiente y no menos importante es el cambio en la subjetividad social, descolonizar el pensamiento, el lenguaje y la cultura. Enfrentar la infodemia, la mentira y los llamados “fake news” es dejar de creer que quien aparece “detrás del televisor” es quien tiene la razón, que el que escribe un artículo es el portador de la verdad absoluta. Es creer y confiar que el pueblo trabajador es capaz de organizarse por y para el bien de sí mismo con independencia y autonomía de una clase política que le miente, lo engaña, lo utiliza. Sin duda en ello mucho tiene que ver dejar de lado la educación bancaria y fomentar, impulsar y desarrollar una educación distinta a lo largo y ancho del país, como lo es la Educación Popular.

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