abril 27, 2024

“Entre lo público y lo privado,

lo comunitario fue olvidado” 

Anónimo

Por Rutilo Tomas Rea Becerra

y Pedro Gonzáles Castro

El sistema político liberal considera que los procesos electorales son, por antonomasia, el escaparate esencial de la democracia. Desde esta visión, la lucha política entre partidos en igualdad de condiciones, con votaciones libres, ya sea con un sistema presidencialista o parlamentario y con posibilidades de alternancia. son elementos fundamentales y suficientes para llevar una vida democrática. Sin duda alguna, la democracia representativa le ha brindado al sistema capitalista un aporte invaluable, pero no así para los de a pie quienes o han visto resueltos los problemas de desigualdad, opresión, impunidad, violencia o explotación de una sociedad.

Desde luego, no podemos demeritar, ni mucho menos negar o borrar de un golpe lo que la democracia liberal le ha dado al desarrollo del ser humano en particular y a las sociedades en general. Sin embargo, debemos puntualizar que la democracia, como tal, es solo un constructo y, por tanto, algo inacabado que se construye día a día, de manera permanente y continua, de forma dialéctica. En donde no solo los partidos políticos deben participar, como erigiéndose los dueños de este proceso de transformación, sino abriendo las posibilidades de participación real y efectiva de quienes efectivizan mediante el sufragio su representatividad.

Sin entrar en un debate con los teóricos de la democracia, -no es nuestro objetivo, ni es el espacio para ello-, ésta no debe reducirse a los procesos electorales ni debe ser en todo tiempo-espacio una democracia representativa. Esa delegación que los ciudadanos hacemos a nuestros representantes, y ese espacio de poder que les cedemos (sea Presiente, diputados, senadores, alcaldes o regidores), no siempre ha resultado en beneficio del ciudadano mismo o de la sociedad.

Actos de impunidad, corrupción, nepotismo, violación de la ley y los derechos humanos se han normalizado al pasar de los años. Es necesario que la democracia vaya más allá de los procesos electorales, que el ciudadano tome decisiones en el quehacer de la economía, en la vida jurídica y cultural del país.

Habrá algunos estudiosos del tema que sostendrán que esto es riesgoso, que se pone en peligro la democracia misma o que puede derivar en una “dictadura de las masas”. Sin duda, estas posturas reflejan un profundo miedo a ahondar la democracia misma, a que realmente sea un pueblo consciente el que tome las decisiones del país. Parecería entonces, que la democracia debe estar limitada a la vida partidista, estar sujeta a la decisión de los gobernantes o bajo el control de una elite burocrática-administrativa del “orden social” en la que participan desde empresarios, comunicadores, líderes de opinión, intelectuales y académicos de la ciencia política, etcétera, pero donde el pueblo, la masa, la muchedumbre, los marginados, los trabajadores no figuran. 

Decíamos al inicio, que la democracia no es algo acabado, ni es una camisa de fuerza a la que haya que sujetarse, y ningún sector social puede erigirse como su dueño. La democracia la construimos entre todos y debe estar presente desde la educación, no solo básica, sino desde el hogar, desde el seno familiar, enfrentándose a la cultura patriarcal pero también matriarcal, pues la democracia no solo es política, también es social, cultural, pedagógica y económica. Y es aquí, en este último ámbito, donde encontramos lo medular y trascendental de la democracia liberal.

El sistema capitalista puede admitir la democracia política, la participación electoral, emisión del voto, la alternancia, la democracia formal, (eso mismo que Ellen Meiksins ha denominado como “ciudadanía pasiva”). Incluso, puede admitir dentro de su sistema político, que llegue una persona de color (Obama en Estados Unidos) o un comunista (Lula, Hugo Chávez, Evo Morales, …) pero jamás admitirá una democracia económica pues ello implicaría negar al sistema mismo.

Y, aunque es exactamente allí donde encontramos los límites de la democracia liberal, en este país ni siquiera hemos podido trascender a una democracia política real. Argumentos como “el INE no se toca”, “está en peligro la democracia”, “vivimos una dictadura” o el “Presidente es un autoritario”, pone de manifiesto que todavía tenemos camino por recorrer.

Recordemos al gran Machado para quien “el camino” fue una referencia constante y la patentizó en “Proverbios y cantares”, en donde revindica el camino como presente, donde el pasado no se vuelva nuestra obsesión, ni el futuro sea una marca inalcanzable de nuestro destino.

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