abril 29, 2024

“La idea (…) y la doctrina del eterno

retorno pretende armonizar las dos         

tendencias contradictorias propias

del placer: eternidad y repetición”

Por: Dr. Pedro Gonzáles Castro

y Dr. Rutilo Tomás Rea Becerra

Próximos a que se cumplan tres meses de la declaratoria de pandemia por Covid-19 y envueltos en una infodemia, que apuesta por una sensación de agobio, a diferencia de otros tiempos, el espacio se permea de un acceso a la información y rendición de cuentas de parte de la autoridad federal.

Dicha situación, indudablemente, ha logrado una actuación responsable de la población, pero también no está exenta del ataque de aquellos que sienten afectados sus intereses de grupo, a quienes, por supuesto no les agrada quedar al margen del manejo político y, desde luego, no perderán la oportunidad de aprovecharse en víspera de las próximas elecciones. Independientemente de ello, lo cierto es que los efectos de la pandemia tendrán su factura lista para cada actor sin duda alguna.

Y hacemos referencia a los efectos de la pandemia, y no a ella como tal, porque más de alguno ha querido dar orientación biologicista al fenómeno, disintiendo del modelo ecológico y dejando ver, entre líneas, su orientación hacia un darwinismo social con tintes maltusianos, entre los cuales resaltan escandalosamente las actuaciones de gobiernos como Estados Unidos, Brasil, Chile, Perú y Bolivia, por mencionar algunos.

Respecto a los efectos de la pandemia, la OMS ha reconocido que la situación de aislamiento social (que ya en muchos lugares tiene tintes de confinamiento) está generando estrés en la población. La sintomatología la podemos encontrar reflejada tanto a nivel corporal, como en el estado de ánimo y en el comportamiento.

A nivel físico, habrá quien experimente dolor de cabeza, tensión muscular, dolor de pecho, fatiga, malestar estomacal y problemas de sueño. En lo que respecta al estado de animo, quizá se tenga periodos de ansiedad, inquietud, falta de motivación, irritabilidad y quizá se presente episodios de tristeza o depresión. Así también, en lo que respecta al comportamiento, probablemente haya manifestaciones en los consumos alimenticios (ya sea con excesos o por debajo de lo normal), aumento en el consumo de alcohol o  tabaco y, es muy seguro que los arrebatos de ira y violencia se hagan presentes.

Si a lo anterior sumamos las comorbilidades más “habituales” (hipertensión, diabetes, enfermedades cardiovasculares, etc.) y la situación de una precaria economía familiar, es obvio inferir que nos sentiremos en total  indefensión. En estas condiciones, es muy probable que el comportamiento de muchos, tienda a ser aletargado o quizá agresivo, como resultado de una sensación subjetiva de ser incapaces de “hacer algo” y que no habrá respuesta a pesar de tener, en un momento dado, la oportunidad de cambiar la situación adversa.

Anhelamos tanto salir del “confinamiento”, que cualquier atisbo de optimismo lo confundimos como el final de la tempestuosa noche oscura que estamos viviendo. Continuamente escuchamos que se hace alusión a “regresar a la nueva normalidad”, pero ¿qué significa?, ¿qué debemos entender?  De entrada, ésta expresión retorica, pretensión de oxímoron, nos puede llevar a confusiones; nos hace dudar de cambios sustantivos, aunque quizá pudiera ser la pretensión que los haya.

“Nuevo” y “normal” son situaciones muy subjetivas y, hasta cierto punto, personales. Para evocar con claridad, requerimos de referencias inmediatas que nos permitan asociar la experiencia personal con una situación imaginaria y, en este sentido, nuestra referencia inmediata no alcanza, no hemos tenido acercamiento real con los cambios, solo hemos gozado de las subjetividades; de lo que hemos escuchado.

“Nuevo” y “normal” son dos constructos de los que históricamente se ha abusado y, por lo tanto, gozan de un desgaste en el terreno de la comunicación y difícilmente nos transportarán a escenarios inéditos, aunque parcialmente experimentados. La “nueva normalidad” nos suena como algo ajeno, quizá tan indiferente como un “caos controlado”. Quizá a este nuevo vocablo le falte claridad, aunque quizá guarde una “verdad oculta”.

Lo cierto es que ésta primavera, para muchos, paso con más penas que glorias. La “nueva normalidad” deberá ser más que una promesa, una propuesta tangible que abarque el espectro económico y biopsicosocial. Y aunque las medidas adoptadas hayan trastocado los habituales ritmos de vida, por difícil que sea el cambio y por imperfecto que resulte, es obligado intentarlo. Mientras tanto, construyamos el regreso a la “nueva normalidad” para que sea un épico retorno, consustancial a nuevos comportamientos sociales y diferentes formas de participación política.

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