abril 28, 2024

“Se puede engañar a parte del pueblo

parte del tiempo, pero no se puede

engañar a todo el pueblo todo el tiempo”

Abraham Lincoln

Por Dr. Pedro Gonzáles Castro y

Dr. Rutilo Tomás Rea Becerra

En el capítulo IX de su famoso libro “Don Quijote de la Mancha”, Miguel de Cervantes, quizá retomando palabras de Cicerón en “De Oratore”, define la historia como “émula del tiempo, depósito de las acciones, testigo de lo pasado, ejemplo y aviso de lo presente, advertencia de lo por venir”, como advirtiéndonos que olvidar el pasado es un gran error.

Y bien tuvo razón de ello, pues la pobreza de memoria parece el mal endémico de nuestros días. Con gran cinismo, un día los gobernadores dicen una cosa y al siguiente se desdicen, muy seguros de que la estratagema política les será altamente rentable; recordemos que vienen tiempos electorales.

En este contexto y preparando escenarios a modo, sistemáticamente la oligarquía ha estado golpeteando al gobierno federal, individualizándolo como enemigo único. A ello, se han sumado diversos grupos oportunistas y varios gobernadores que, en su afán de poder, han llegado a desatender importantes renglones de seguridad y bienestar en sus estados, llegando en muchas ocasiones a utilizar al ciudadano de a pie como carne de cañón.

Indudablemente, el que las masas participen activamente en defensa de sus derechos es válido toda vez que dicha participación sea objetiva y parta de un consenso, de lo contrario estaríamos ante una participación manipulada por personalidades que tienen cierta ascendencia moral y “peso” en el panorama político. Sujetos que, echando mano de cierta clase de recursos emotivos, inciden de manera especial en la psicología de la multitud.

Edward Bernays, en su libro Propaganda, escrito en 1928, menciona: “La manipulación consciente e inteligente de los hábitos y opiniones organizados de las masas es un elemento de importancia en la sociedad democrática. Quienes manipulan este mecanismo oculto de la sociedad constituyen el gobierno invisible que detenta el verdadero poder que rige el destino de nuestro país”. Desde luego, es cuestionable lo que él interpretaba como democracia.

Dado que la oligarquía siente amenazados sus intereses, es obvio que utiliza todos los medios a su alcance para retener sus privilegios. Sabe perfectamente que mientras mantenga aislados y dispersos a los sujetos, ajenos a la posibilidad de interacciones que favorezcan la integración, serán presa fácil para manipular su comportamiento, por ello apuestan al uso indiscriminado de la infodemia.

Tener los “mass media” a modo, garantiza que los estímulos enviados masivamente generarán un comportamiento uniforme, por ello buscan moldear la opinión pública a su antojo mediante mensajes rápidos y de efecto directo pues las audiencias siempre tendrán vulnerabilidad a su influjo. En este sentido, no es de gratis que el ahora gobernador del estado de Jalisco haya entregado en 2016 un “subsidio” de cinco millones de pesos al Teletón o que desde hace dos años los recursos de comunicación social y difusión se concentren en medios de comunicación de alcance nacional.

Con la llegada de López Obrador, como jefe del ejecutivo federal, muchos intereses se vieron afectados. Los grupos que detentaban el poder ya se dieron cuenta que el oportunismo de antaño es una fórmula que no funciona y es por ello su constante agresividad. Sin embargo, ni tardos ni perezosos, astutamente se reagruparon y crearon diferentes organizaciones: “Asociación de Gobernadores de acción Nacional” (GOAN), “Alianza Federalista”, “Cambiemos México”, “México Convoca”, “Chalecos México”, “Frena”, etc. La mayoría grupos pequeños y dispersados estratégicamente para dar la impresión de un malestar general en la nación.

Todo ello, desde luego que ha sido hiperbolizado por noticieros, periódicos y redes sociales, además de condimentarlo con innumerables “fake news”. Fieles a sus enseñanzas, esta progenie de Friedman busca celosamente cumplir y hacer cumplir su palabra: ver en todo desastre la oportunidad de negocio, instalar dictaduras a como dé lugar, salvar la banca y la inversión privada a costa de la inversión pública. En resumen, aplicar la doctrina de shock.

Afortunadamente, los neoliberales no conforman una unidad monolítica y aunque los une el interés, a los ciudadanos de a pie nos une la experiencia histórica. Por ello, quizá nuestra mejor estrategia deberá partir de la participación consciente y voluntaria en la construcción de consensos y experiencias derivadas de nuestra interpretación de la realidad, en una relación permanente entre teoría y práctica que integre la unidad dinámica y dialéctica como la acción para lucha transformadora, sin descuidar la coherencia política.

¡Estamos construyendo nuestra historia y no es permitido vacilar!

¡Esto es una revolución!

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