Los atentados personales pueden ser previsibles, pero difíciles de impedir

Por Sergio Mejía Cano
Entre Colosio y Kennedy: la historia que se repite
Cuando asesinaron al entonces candidato de PRI a la Presidencia de la República, Luis Donaldo Colosio Murrieta, aquel fatídico día 23 de marzo de 1994 en la colonia Lomas Taurinas, en Tijuana, Baja California, recordé que alguna vez había leído y oído que, poco antes de ser asesinado el presidente norteamericano, John F. Kennedy, el 22 de noviembre de 1963, respondió ante una pregunta de si no temía por su vida, a lo que respondió Kennedy, palabras más, palabras menos que:
“Quien quiera matar al presidente lo mata a costa de su propia vida”; aunque buscando en Google, se lee la frase:
“Si alguien está lo suficientemente loco como para querer matar a un presidente de los Estados Unidos, puede hacerlo”.
El caso Carlos Manzo y la seguridad en entredicho
Así que ahora que asesinaron al presidente municipal de Uruapan, Michoacán, Carlos Manzo Rodríguez, se ha llegado a especular que no traía guardaespaldas o que si los traía estos descuidaron la vigilancia o se relajaron creyendo, quizá, que no habría ningún problema debido a que era un festejo público y que, por lo mismo, había mucha gente a su alrededor.
Según lo informado oficialmente por las autoridades correspondientes, así como en la conferencia matutina que ofrece de lunes a viernes la presidenta Claudia Sheinbaum Pardo, tanto el secretario de la Defensa Nacional, Ricardo Trevilla Trejo, como el secretario de Seguridad Pública y Protección Ciudadana, Omar García Harfuch, confirmaron que el señor Manzo Rodríguez contaba con 14 elementos de la Guardia Nacional, así como miembros de la policía municipal de la entera confianza del ahora presidente municipal asesinado, y que no estaba desprotegido en lo absoluto, confirmando también el secretario García Harfuch —ante pregunta de uno de los reporteros asistentes a la mañanera— que ya se habían investigado a los escoltas personales y municipales sobre alguna supuesta complicidad, lo cual estaba descartado totalmente.
¿Descuidos o reacción inevitable?
Tal vez sí hubo algún tipo de descuido por parte de los escoltas más cercanos al señor Carlos Manzo, porque también añadieron el secretario de la Defensa Nacional y el secretario de Seguridad Pública y Protección Ciudadana, respectivamente, que los elementos de la Guardia Nacional vigilaban en forma periférica, especialmente cuando el presidente municipal salía al campo, y que así mismo lo había determinado él mismo: que su guardia personal estaría más cercana a él y los de la Guardia Nacional permanecerían un poco más retirados.
Pero volviendo a lo expresado por el presidente gringo, también asesinado, John F. Kennedy, si alguien está dispuesto a ofrendar su vida matando a otra persona o personas, lo hace porque lo hace, así le cueste la vida misma, tal y como de acuerdo con las informaciones emitidas respecto a este asesinato en Uruapan, Michoacán, así sucedió: el agresor fue abatido precisamente por uno de los escoltas personales del mismo presidente municipal asesinado.
El debate sobre la respuesta letal
Sin embargo, y como para todo hay gente, no han faltado quienes digan o pregunten por qué tenían que matar al agresor, pues de haber quedado con vida se le pudo haber interrogado para obtener información del porqué o para qué matar a Carlos Manzo, quién o quiénes lo ordenaron o si fue un impulso personal debido a algún agravio, por venganza, locura, voces en su mente que le ordenaban matar o incluso un supuesto mandato celestial.
Porque de que los hay ¡claro que los hay!
Lo que pudo haber ocurrido al haber abatido al supuesto asesino o agresor, tal vez fue por el momento tenso y la respuesta inmediata ante las detonaciones. Una reacción en tales situaciones de riesgo llega sin pensarse siquiera, posiblemente porque el agresor pudiera seguir disparando sin control, y el escolta que respondió contra él quizá pensó que seguía en la mira del atacante, así que no tuvo más remedio que disparar a matar o herir, pero debido a la confusión reinante, en donde le pegara al empistolado era bueno con motivo de defensa.
Los muertos también hablan
Se ha dicho que el agresor abatido no traía ninguna identificación, por lo que tal vez era consciente de lo que le podría pasar; sin embargo, tal y como se dice coloquialmente, “los muertos hablan” y dan datos siempre y cuando se llegue a investigar a fondo, en el entendido de que este agresor no brotó de la tierra ni nació como fruto de un árbol.
Por lo tanto, se puede llegar a determinar quiénes eran sus familiares, amistades, conocidos, etcétera.
Ojalá y no vaya a resultar ser extranjero.
Sea pues, Vale.
🎙️ COMENTARIO EDITORIAL

