“La necedad es la
madre de todos
los males”.
Cicerón
Por J. Gerardo Rodríguez Rdz.
Las decisiones que ha tomado el presidente de México son, sin duda, el telar de la crítica de todo este tiempo. Yo no seré la excepción y expondré mi opinión de su actuar y de las señales que envía en cada acción u omisión.
Tenemos un presidente que le gusta el contacto directo con la población, popular (además de populista), que manipula a la muchedumbre para legitimar algunas decisiones que quiere tomar, que ya las pensó previamente, y otras que no las somete a voto de mano alzada porque no es espontáneo, es un colosal calculista que mide el impacto de todas sus decisiones u omisiones.
Comenzaré con el tema aeroportuario, no Texcoco porque ya lo manifesté cuando comencé a escribir en esta columna; expongo unas ideas sobre el futuro aeropuerto de Santa Lucía. Este aeropuerto es un símbolo del México silvestre de hace unos sesenta años, donde se toma la decisión antes de evaluar viabilidades técnicas y elementos legales que anuncian un fracaso anticipado. No hay manera que salga bien ese proyecto y luego discutimos de ese tema en una sola columna de opinión.
La refinería de Dos Bocas que ya le dijo Urzúa en su momento, así como Arturo Herrera en su calidad de subsecretario. De igual forma, el Instituto Mexicano del Petróleo señaló que era técnica y financieramente inviable; la solución de AMLO, despedir al personal del Instituto Mexicano del Petróleo y nombrar personal a modo que indique si es viable el proyecto. Anticipo que el proyecto será un elefante blanco y que no habrá dinero sostenido en el tiempo que pueda atender esa obra.
Decidió, porque es un presidente más doméstico que los anteriores (no hemos tenido recientemente un presidente global, todos son de rancho, y el actual es más casero. Decidió no ir al G20, el único mandatario que no asistió a un evento que reúne a las 20 economías del mundo. En especial si ha bajado la inversión extranjera directa e indirecta como ya lo exponen las cifras. Una decisión que nos aleja del liderazgo regional e internacional.
Pemex cada vez se endeuda más y produce menos, debería tomar una decisión menos esquemática y más pragmática sobre la empresa pública. Estamos por llegar al segundo trimestre sin crecimiento lo que nos puede aterrizar en una recesión económica.
Lo que ha dejado solo en el discurso y no en los hechos también es grave, el combate a la corrupción solo está en el discurso, muestra desdén por los organismos autónomos cuando puede mejorarlos en lugar de pretender o sugerir eliminarlos o matarlos de inanición.
Tenemos cifras donde ha caído la inversión, hemos caído en turismo, junio fue el mes más violento de la historia y un sinfín de historias más.
El país no va bien, camina en paso más mediocre que en el sexenio anterior.
Esto me recuerda una obra literaria que salió al mercado en 1969, la Aventura del Poseidón, novela de Paul Gallico y llevada al cine en 1972 (su versión más famosa protagonizada por Gene Hackman y dirigida por Ronald Neame) y en 2006 dirigida por Wolfgang Petersen.
Esta historia revela que después del siniestro que experimenta el barco, porque lo golpea una ola de más de treinta metros, donde la embarcación se voltea, quedando de cabeza. El auditorio sabe que están al revés, se están hundiendo poco a poco y se conoce por lógica elemental que hay que subir a lo que originalmente es la base del barco para encontrar una salida al exterior, sin embargo, el capitán del barco, rompiendo todas las proporciones de la ineptitud lleva a la mayoría de los tripulantes a la cubierta, ahora convertida en base. El resultado se conoce. Mientras un grupo menor, liderado por el protagonista toma una decisión acertada y se dirige a salvarse.
Es indudable que México está de cabeza, eso lo sabemos, esas olas de más de treinta metros que han golpeado a nuestra embarcación han sido los gobiernos deficientes y mediocres de toda la vida. Sin embargo; López Obrador con necedad o terquedad, lleva al país y a un sector de la población a lo que para el presidente es la cubierta, hoy en el fondo del océano.
Lo evidente es caminar hacia la salida, hacia arriba; sin embargo, las decisiones y omisiones nos llevan como país al fondo, para hundirnos más.
El discurso de la 4T es sólo eso, palabras hasta el momento sin sustancia. Si de verdad queremos una transformación del país deberían tomar una serie de decisiones que harían encontrar el desarrollo al país, y la ruta no es una ideología, antiliberal o de izquierda; la solución de los problemas de manera pragmática sin el obstáculo ideológico.
En primer lugar, si eliminamos el sistema de planeación democrática, el Plan Nacional de Desarrollo (y el de los Estados) siempre es letra muerta, nunca se cumple, además de ser un elemento anquilosado de postura comunista. Soy de la idea que se tengan metas o indicadores a largo plazo muy claros y sencillos, mientras cada año ir evaluando y alineando las decisiones y acciones a esos indicadores de impacto.
Una verdadera transformación debe ser combatiendo verdaderamente la corrupción, sancionando y fortaleciendo candados para evitar más escándalos de corrupción. Otro elemento de una transformación en serio es reducir la violencia y la inseguridad, con políticas públicas y herramientas útiles. En ambos casos el Estado de derecho, es decir; el irrestricto apego a la ley es fundamental. Y el atraer inversión para generar riqueza y empleos.
El problema es que todas las decisiones generan señales, y esas señales son en mi parecer erráticas, exponen impericia y signos inequívocos de que no hay condiciones para invertir, crecer la economía y generar empleos, todo lo contrario, un temor e incertidumbre ante las decisiones que nos conducen al fondo del mar.
Ensayo.
A mi no me quitan la idea que lo que sucedió en Baja California, aumentar ilegalmente el periodo del gobernador (que proviene de Morena) de 2 a 5 años. Para el presidente todo es cálculo y seguramente ya tiene una idea y una ruta por si presenta en el camino la idea de modificar su periodo de gobierno.
Carpe Diem
