abril 29, 2024

En tiempos de Díaz, la Constitución

fue la gran mentira y el despotismo

la gran verdad.

Daniel Cosío Villegas

Por Efraín Moreno Arciniega

Daniel Cosío Villegas se planteó, en su extraordinaria obra “La Constitución Política de 1857 y sus Críticos”, una pregunta muy interesante:

Con lo establecido en la Constitución de 1857, ¿fue imposible impedir la instauración de la Dictadura de Porfirio Díaz?

Misma pregunta que hoy podemos replantearnos:

¿Qué tanto nuestra actual Constitución Política puede impedir la destrucción del Régimen Democrático y de libertades en nuestra República?

Para Daniel Cosío Villegas la Constitución de 1857 fue un documento muy bien concebido para impedir claramente la instauración de una dictadura en México.

Esto lo sabía muy bien el mismo Porfirio Díaz al igual que su ideólogo más importante que tuvo: Justo Sierra. Por esto Sierra, en su propósito de fortalecer el poder de Díaz, empezó primero por tratar de generar condiciones para reformar la Constitución de 1857. Sus argumentos principales:

“De nada sirve la libertad y la democracia si en el país no hay progreso económico”. Y,

“Nunca habrá progreso si no se erradica el desorden social en el que está sumido el país”.

Estas dos ideas son retomadas por Porfirio Díaz para sustentar su política de gobierno de Orden y Progreso.

Política que mantuvo en sus más de 30 años de su dictadura.

Al respecto señala Daniel Cosío Villegas:

La dictadura de Díaz fue posible, no por la Constitución de 1857, sino porque Díaz decidió gobernar sin la Constitución.

En los tiempos de Díaz la Constitución fue la gran mentira y el despotismo la gran verdad.

Hoy, el debate sobre la vigencia de nuestra actual Constitución para seguir manteniendo un régimen democrático y de libertades se está dando sobre la constitucionalidad o no constitucionalidad que tienen algunas leyes que se han promovido por el grupo gobernante.

Hasta ahora, todas las leyes y actos promovidos por el actual grupo en el poder, y que han sido señaladas o señalados como inconstitucionales por especialistas y otros grupos políticos, no han procedido por las instancias legales respectivas por su carácter precisamente de inconstitucionalidad.

Al igual que la Constitución de 1857 nuestra actual Constitución, es evidente, impide el autoritarismo y el despotismo. En esto, pueden fallar los hombres, pero no la Constitución.

Terminaría este artículo con una reflexión que hizo Justo Sierra arrepentido ya de la dictadura de Díaz:

La Constitución es una regla, es una ley, es la autoridad impersonal de un precepto, garantía suprema de la libertad humana.

Fuera de ella no hay mas que lo arbitrario, el despotismo personal, y en una palabra, el dominio de un hombre sobre los demás.

Hemos de sostener que es preciso colocar a la Constitución sobre todo.

Será una mala ley, pero es la ley.

Reformémosla mañana. Obedezcámosla siempre.

Saludos a Todos.

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